miércoles, 15 de enero de 2020

R.I.P.


Por Jorge Afanador

La tarde soleada, entraba por las ventanas altas que daban al salón, en donde 40 jovencitos jugaban a completar un cuestionario de complicadas formulas físicas que desafiaban la gravedad de sus quijadas, con los ojos mirando de soslayo y apuntando al blanco papel del vecino aplicado que tenía dones de físico nuclear. 40 pupitres de madera de cajoncito con tapa superior, guardaban las respuestas en los libros imposibles de consultar en ese momento tan siniestro.

Dardos luminosos se clavaban por los resquicios de las rendijas en las ventanas de madera, completando una escena de claroscuros con hermosos rayos que atravesaban la pesada atmósfera en donde 40 corazones palpitaban rapidamente. Desde mi puesto atrás como siempre escogí, observaba esa escena inolvidable.

Los pasos de Josué Prada se sentían con sus zapatos de zuela, mientras caminaba auscultando cualquier movimiento que indicara que la mirada de alguno se posara en el cuestionario del vecino mas cercano. Que pesadilla.

Papelitos diminutos con letras microscópicas yacían en varios bolsillos esperando salir a solucionar el problema matemático de manera pícara, las fórmulas escritas en la palma de la mano, y hasta en la nuca del vecino de enfrente, o en la gastada pintura caoba del pupitre existían soluciones indescifrables pero milagrosas para el interesado.

De pronto, el zumbido invadió el salón de clases, una estación de radio se había posado en medio del silencio, del recinto de 4 metros de altura, y los chillidos de las frecuencias ensordecedoras apuntaban al lado derecho del lugar.

Los 40 voltearon a mirar al unísono, en un acto coreográfico digno de una escena de Harry Pottter, y el 41o espectador, el profesor Prada, con su fisonomía de Frankestein, completaba la perfecta realización cinematográfica, apuntando con su dardo índice al lugar de donde brotaba el sonido de alta frecuencia.

Usted, que tiene ahí, vociferó el profesor. El silencio se despidió nuevamente hacia otro recinto, pues el murmullo invadió la estancia de risas y carcajadas frustradas..

Abra el pupitre, Chefan, resoplo nuevamente, en tono imperativo.

Chefan obedeció y salió a relucir una grabadora, conectada a un audífono que recorría con su cable la camisa y llegaba a un audífono en su oreja derecha.

La grabadora contenía un casette que rodaba con las respuestas a los problemas de física imposibles de memorizar por muchos. El cable se había desconectado, quedando el sonido de SW radio libre, para que el silencio saliera corriendo. Un error que hizo frustrar un 10 aclamado.

Las risas dejaron de ser tímidas y se tornaron felices por este magno acto inolvidable que hoy recuerdo, como si fuera ayer.

Jose Francisco Amaya Serrano, llenó de infinidad de anécdotas y cuadros cinematográficos a sus 40 principales. Las risas nunca se irán como las noticias.

La historia de hoy es  basura. Esas anécdotas inolvidables son imposibles de borrar por un pasquín.

Un saludo José Francisco Amaya Serrano "Chefan"

De uno de los 40 y en nombre de los 40.

Jorge Afanador Contreras








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